Nota del director, Emilio Aragón
Nací en La Habana. Pese a tener pasaporte español desde mi nacimiento, llegué a España en 1973, después de haber vivido en diferentes países. Tenía 14 años. Si para un adolescente es importante la pertenencia al grupo, para uno que cambia con cierta regularidad de país y, por tanto, de patio de colegio, lo es aún más.
Así pues, la llegada a España trajo consigo la posibilidad de echar raíces y de hacer nuevos amigos. Entre mis primeros recuerdos de entonces está curiosamente Godspell. Mi hermana Rita acababa de pasar la audición para incorporarse a la primera compañía que estrenaría el musical en España en 1974.
Un tiempo después, Godspell volvería a cruzarse en mi camino, al ser la obra elegida por mis amigos del barrio y yo para interpretarla y recaudar fondos para un colegio. Nos movía la música, el escenario. Mi amigo Antonio Vega estaba entre ellos, por supuesto, a cargo de la música.
Adolescencia, amigos que sientes hermanos, hermanos que sientes amigos, los primeros besos robados, y no tan robados. La música, el teatro, el juego, y ese sentimiento de ser invencibles, de que todo es posible si nos mueve el Amor y la Justicia. Por corte, casi 50 años después, en el camerino tras una entrañable grabación y con la adrenalina de haber cantado juntos, Antonio Banderas me habla del siguiente musical que le gustaría estrenar. Se trata de Godspell. De nuevo la amistad y la pasión, que nos une, por la música y el privilegiado oficio de contar historias, vuelve a traerme a Godspell. Quizás ya no sea sólo una casualidad.
Madurez, amigos que ya no están, familia que crece. Y sigue la música, el teatro, el juego y, aunque ya he aprendido que soy vulnerable, sigo sintiendo la fortaleza del Amor y la Justicia. Godspell va de eso: de Amar, de perseguir la justicia, de aceptar las reglas del juego sin rendirse ante lo que nos duele. Y, sobre todo, de recordar, si es que lo hemos olvidado, que la vida es un camino que necesitamos recorrer de la mano del otro. Godspell va de construir una ciudad bella donde todos tengamos nuestro lugar.
Antonio Banderas y yo tenemos el reto de revisitar el primer montaje de John-Michael Tebelak y Stephen Schwartz, respetando su frescura, pero con la mirada de este siglo XXI. De la mano de los evangelios de San Mateo estableceremos el paralelismo de la pasión de Jesús con las pasiones de tantos que sufren en nuestros días. Introduciremos, para ello, elementos del vaudeville, magia y nuevos arreglos musicales, además de darle a los personajes más terreno y la posibilidad de ser poliédricos. ¡Esperamos construir una nueva pasión!